La ansiedad no es una excusa para ser una mierda. / Quiero amigos que hagan intervenciones.
¿Recuerdas esa escena común en las series de televisión donde un grupo de amigos decide hacer una “intervención” a otro amigo? Todos se reúnen y le hablan sobre algo molesto que estaba haciendo. En la serie, la mayoría de las cosas eran cómicas, como una chica que hablaba con un falso acento británico. Pero también había cosas serias como cuando realizaron una intervención a un amigo que estaba saliendo con una chica que no les parecía confiable. Siempre quise ese tipo de amigos, los que están en los momentos complicados, los que no te dicen que todo lo que haces está bien, los que te dicen lo que necesitas escuchar, aunque muchas veces no quieras escucharlo.
Hace unos días, sentí como si hubiera quemado toda mi vida. O una gran parte de ella. ¿Conoces ese meme de la chica caminando con una gran explosión detrás de ella? Esa soy yo. He estado haciéndolo por un tiempo. Quemando puentes por los que una vez amé caminar, pero que tarde o temprano demostraron no llevarme a ningún lado.
Me pregunto si esto es parte de crecer. Constantemente reflexiono sobre la idea de que todos eventualmente llegarán a un punto en el que ya no se conectan con las personas como solían hacerlo. Tal vez hay un punto en tu vida en el que empiezas a preocuparte demasiado, te involucras demasiado, eres demasiado empático. Tal vez llegamos a un punto en el que esperamos reciprocidad en las relaciones, y es bien sabido que una vez que nos atrevemos a esperar algo de alguien, fácilmente nos decepcionaremos.
Siempre había sido indiferente. Realmente nunca me importó mucho el comportamiento que la gente tuviera conmigo. Nunca me tomé las cosas de forma personal. Hasta hace poco. Desde que eso pasó, he estado sola. Así es como se siente. No sé cómo comenzó, no sé por qué cambió. Solo sé que ahora soy una chica de todo o nada. Ya no hay forma de que no me importe. Me importa. Muy profundamente.
Han pasado meses desde que empecé a ser excluida por un grupo de personas que consideraba amigos, y después de muchos meses de ver publicaciones sobre ellos yendo a lugares sin invitarme, decidí terminar la amistad. No sin antes preguntar qué hice para merecer eso. Pensé que tal vez había hecho algo para que no quisieran invitarme. Pensé que al menos podría obtener algo de claridad, encontrar algo para ser una mejor amiga.
Recibí una respuesta llena de lo que hoy conocemos como “gaslighting”, una disculpa falsa inundada de frases como: “Simplemente se nos olvidó decirte”. “Fue algo de último minuto.” “Pensamos que no te gustaría venir.” Después de leer ese mensaje, simplemente me quedé sentada, sintiendo como si me hubieran dado un puñetazo en la cara.
Deja vu. Ya lo habíamos hecho antes, a otra chica que solía pertenecer a nuestro grupo. Solíamos hablar de no compartir los mismos puntos de vista u opiniones sobre las cosas y se volvió incómodo, ella estaba fumando mucho y nadie, incluyéndome a mí, tuvo el valor de hablar con ella y hacerle saber que se nos estaba haciendo difícil convivir con ese hábito que claramente se estaba volviendo una adicción. Nunca sabremos si era algo que se hubiera solucionado con una conversación por que nadie tuvo el valor de tenerla. Fue absolutamente ridículo, como ver a una persona que te importa parada en la orilla de un precipicio y no hacer nada, más que observar.
Yo pensé muchas veces en contárselo, porque siempre había sido amable conmigo. Pero no sabía qué decir, y no quería hacerlo sola. Eventualmente, cuando el resto de nosotros hacía planes juntos, alguien preguntaba: “¿Vamos a invitar a Victoria?” y concluíamos que estábamos demasiado agotados para lidiar con ella, como si eso fuera una excusa para ser una mierda. Me sentía horrible por no invitarla, pero no hice nada para cambiar eso. Era más cómodo no decir nada. Siempre lo es. Creo que ayudó un poco sentirme menos culpable porque éramos todos, no solo yo. No me sentía tan culpable si compartía la culpa con los demás. Éramos amigos de mierda juntos. Éramos adultos que no podían tener una conversación incómoda para solucionar un conflicto sin herir a nadie. Siempre creí que como grupo, éramos mejores que eso, pero al final los hechos demostraron lo contrario. Es fácil pasar por alto y minimizar las emociones de otra persona cuando no eres tú quien las está sintiendo.
No fue difícil para mí reconocer que el patrón se repetía. Hubo algo que hice o dejé de hacer que causó una emoción incómoda en ellos, y nunca sabré qué fue porque eran demasiado inmaduros para decírmelo. Una consecuencia de trabajar en uno mismo es que lo hace más fácil para todos, excepto para ti. Es totalmente injusto, porque todos parecen estar pasándola bien siendo humanos emocionalmente inmaduros y tú simplemente te sientas ahí, con el corazón completamente abierto, a veces magullado, a veces completamente roto, y tratas de volver a armarlo mientras analizas todos los posibles traumas y condiciones que los llevaron a actuar como lo hicieron contigo. Después de pensarlo mucho, de recordar que es la primera vez de todos viviendo, que puede causar ansiedad y miedo el tener una confrontación, que la mayoría de la gente es retrasada emocional y pocas personas trabajan a nivel personal para aprender a comunicarse, llegué a la conclusión de que no hay excusa para nada de esto. No hubo excusa cuando lo hicimos con Victoria, y no hay excusa ahora.
Debería haber hecho las cosas de manera diferente, pero también era una persona diferente en ese entonces. Y afortunadamente he cambiado, pero resulta que al avanzar inevitablemente dejas algo detrás.
Pienso en Victoria muy a menudo. Pienso en cómo fue lo suficientemente valiente para cortarnos a todos porque se dio cuenta de que ya no teníamos muchas cosas en común, y espero que nunca haya sabido que no la invitamos todas esas veces por que duele mucho que te rompan el corazón de esa manera. Espero que haya encontrado nuevos amigos, buenos amigos. Porque los merece. Todos los merecemos.
Quiero tener relaciones que signifiquen algo. Quiero amigos que no minimicen mis emociones ni traten de hacerme creer que estoy exagerando y que malinterpreté las cosas. Quiero amigos que me digan lo que necesito escuchar, no lo que quiero escuchar. Quiero amigos que puedan comunicarse, amigos que no tengan miedo de tener una conversación incómoda, amigos que tengan empatía. Merezco tener amigos así. Amigos que no me hagan elegirme a mí misma porque ellos dejaron de elegirme.
Pero decir esto es más fácil que hacerlo. Porque elegirse a uno mismo duele. La gente romantiza el amor propio, pero la realidad es que es jodidamente solitario. A veces, elegirse a uno mismo se siente como cenar sola en tu casa mientras otros ríen sin ti, hablar sobre tus sentimientos con el corazón en la garganta y nunca recibir una respuesta, elegirse a uno mismo se siente como llorar mientras repites: “Hice lo correcto.”
Durante el último año, la vida ha sido emocionalmente abusiva conmigo y no tengo otra opción más que usar eso a mi favor y crecer o dejarme hundir en el lodo. No voy a mentir. Algunos días realmente quiero acostarme ahí y morir. Intento permitirme unos momentos para sentir lo que necesite sentir cada día. Aún no estoy agradecida por esta experiencia, pero sé que algún día lo estaré.
Si esto resuena contigo de alguna manera, te mando un abrazo en este momento de mierda.
Cada vez que eliges tu voz sobre el silencio, tu dignidad sobre la aprobación vacía, o la verdad sobre una paz falsa, recuerda que dentro de ti estás construyendo algo que aún no puedes ver.
Estás dando el primer paso hacia una vida en la que no tendrás que traicionarte a ti mism@ para pertenecer.
Y sí, se sentirá como si el precio fuera demasiado alto, pero es algo que en el futuro te dará relaciones significativas. Relaciones que no te harán cuestionar si mereces ser tomad@ en cuenta.
Elígete, incluso si duele.
Yo lo haré.
Cada. Maldita. Vez.